Cuando la tecnología gana presencia, modifica la actividad infantil, sus juegos y modos de interacción otorgando cierta vulnerabilidad y hasta exposición.

Claudia Torcomian
para La Voz

Emocionalmente, muchos niños, niñas y adolescentes desean volver a la escuela para el encuentro con pares pero temen no estar en condiciones, pensando en la escuela prepandemia que recuerdan. Extrañan.

En el monitoreo que realizamos con familias a través del Observatorio de Aprendizaje y el Servicio de Crianzas Saludables de la Facultad de Psicología de la UNC, identificamos la necesidad de los chicos de jugar con otros y al aire libre.

Algunos añoran las explicaciones que no alcanzaron en la virtualidad y muchos adolescentes se preguntan: ¿Cómo voy a hacer si no me acuerdo cómo escribir en papel? Los y las docentes deben tomar en consideración que sus alumnos y alumnas no recordarán contenidos.

También avizoramos dificultades en el plano psicosocial: hay grandes expectativas y ansiedad. Para la mayoría, es otra vez el primer día de escuela en su vida.

Niños, niñas y adolescentes presentan ansiedad porque el encuentro social se internalizó como potencial fuente de contagio. En ocasiones, temen enfermar, contagiar a abuelos y a abuelas o simplemente se han modificado hábitos; se acostumbraron a la soledad de la burbuja y las interacciones por chat.

El sistema mixto (presencial y virtual) brindará la posibilidad de fundar un nuevo pacto educativo entre las familias y las escuelas. Será un año de transición para reconectar con la escuela como símbolo, recuperar los lazos sociales, aprender en comunidad de pares con docentes.

La escuela debe acompañar y sostener las ansiedades cruzadas que emergerán en los procesos educativos y en las interacciones. La virtualidad permitió esconder sentimientos, encerrarse sobre uno mismo, y este retorno será bajo nuevas modalidades.

La pandemia ha transformado el modo de vincularse en la sociedad. Por un lado, la dificultad de metabolizar lo impensable que representa vivir en pandemia puede producir sufrimiento, dolor, soledad o desconcierto y paralización, particularmente en las poblaciones más jóvenes. Por otro, ataca la necesidad gregaria natural de los seres humanos.

La nueva distancia social obligatoria seguirá siendo un requisito que tallará en los juegos infanto-juveniles, los vínculos y lazos. Tendrán que aprender nuevas reglas para estar juntos. Pueden aparecer vulnerabilidades nuevas. Chatear no es igual que dialogar cara a cara.

El principal papel de la escuela se debería centrar en enseñar a aprender a convivir en la nueva normalidad. Requiere coherencia por parte del mundo adulto de autoridades, docentes y familias.

El incremento de horas frente a pantallas modifica las modalidades vinculares: se estima que el uso de la virtualidad pasó de un promedio de cuatro horas diarias a ocupar gran parte del tiempo cotidiano y se naturalizó vivir a través de la imagen en celulares.

Cuando la tecnología gana presencia, modifica la actividad infantil, sus juegos y modos de interacción otorgando cierta vulnerabilidad y hasta exposición. Los niños y niñas sin celular, mientras, se quedaron desconectados, y aun entre quienes sí lo están, es posible que no construyan verdaderas relaciones.